sábado, 23 de mayo de 2015

Mejores Amigas (1ªparte)



¡Holis amigos y amigas!

Hoy dejo un poco a parte el humor para dar a conocer un relato corto que escribí hace un tiempo.
Intento hacer una entrada por semana, pero hay veces que se me ocurre la idea de poner algo nuevo en la misma semana y no me gusta reprimir ese sentmiento jaja

Os dejo un resumen sobre el relato para que a quien lo le llame la atención no pierda el tiempo leyendo. Pero si no lo lees o envias a 10 contactos tu vida.....QUE NOOOOO, QUE ES BROMA JJAJAJA.

Fátima es una joven que vive con Esther, una amiga a la que cree conocer muy bien. Hasta que un día la policía se present en casa de ámbas preguntando por Esther. A partir de ese día comenzará a salir a la luz el oscuro pasado de su amiga.

Nota: Quedan reservados los derchos de autor:

Espero que os guste :). Comenzamos.


MEJORES AMIGAS.

La policía se llevó a Esther en una mañana fría de invierno en la que me costó una hora salir de la cama. Salir de mi nido blandito y caliente que había estado caldeando toda la noche. Pero llamaron al timbre y no me quedó más opción que salir a la fría realidad.


Abrí la puerta. Era la policía. Buscaban a Esther, la cual aún seguía dormida. Esther y yo nos conocimos cuando empezamos a trabajar en el restaurante “La casa de la tortilla”. Un año más tarde decidieron prescindir de mis servicios como camarera y Esther me invitó a quedarme en su casa hasta que encontrase un trabajo en el que me pagasen un sueldo mínimamente digno.
En lo que a mí respecta Esther era una gran mujer. Por eso me sorprendió tanto ver cómo una pareja de policías se la llevaba a prestar declaración en comisaría.


Tras cinco horas de interrogatorio Esther volvió a casa. Me pilló con mi quinta taza de café. Quería ser sutil al preguntar pero estaba tan nerviosa que me abalancé sobre ella en cuanto cruzó el umbral de la puerta.
Con cara de pocos amigos me dijo que había sido todo un mal entendido. La habían confundido con Marisa Lozar, una amiga de su adolescencia que desapareció hace diez años. Sin añadir nada más se marchó a dormir, ya que necesitaba olvidar el susto.


La esperé todo lo que quedaba de día. Preparé la cena, pero no se dignó a salir de su habitación hasta el día siguiente. Al despertarme fui a la cocina y encontré una nota dirigida a mí: “Fátima, he salido a correr. Ve preparando el interrogatorio” Esa frase palió mi curiosidad. Al menos tenía la certeza de que cuando volviese me enteraría de todo.
Volvió cerca de las doce. Nos sentamos en la mesa de la cocina; yo con mi habitual taza de café y ella un vaso de leche caliente. Minutos después comencé a escuchar su historia.


Al parecer, la casa en la que Marisa vivía con su madre antes de desaparecer había ardido hacía unas semanas. La madre de Marisa, “la loca María”, era una mujer esotérica con fama de no estar en su sano juicio a la que le encantaba ambientar su casa con velas e incienso. Lo curioso es que entre tanto revuelo encontraron el cadáver de un bebé recién nacido. Al parecer estaba enterrado a muy poca profundidad, tanto que fue un milagro que no fuese desenterrado por algún perro que jugase por la zona. Le iban a practicar una necropsia al cadáver para ver que datos podrían obtener de él.
Esther me reconoció entonces que la noche anterior me había mentido, que no la confundieron con Marisa sino que habían interrogado a toda la familia y puesto que ella y Marisa fueron íntimas amigas desde la adolescencia hasta que esta desapareció, querían saber si tenia alguna pista sobe Marisa o sobre el terrible hallazgo.

La noticia me dejó conmocionada, tanto por el pobre bebé como por el mal trago que Esther había tenido que pasar. La abracé lo más fuerte que pude.



Para mi amiga la desaparición de Marisa fue el palo más grande que la vida le había dado. No solo eran amigas: eran hermanas. Ella confiaba ciegamente en Marisa, habría hecho cualquier cosa por ella, igual que esta última por Esther. Por eso, el hecho de que Marisa se marchase sin decirle nada a Esther, sin preocuparse por ella, sin apenarse, hizo que ésta se sumiese en una tristeza que tardó años en curar. Pasó por varias fases: Primero desconcierto; no entendía nada, y estaba segura de que tarde o temprano Marisa volvería. Después miedo; temía que le hubiese pasado algo, pero con el tiempo y viendo que no aparecían indicios de secuestro ni asesinato, empezó a sospechar que Marisa se había cansado de vivir con su madre y se había marchado para siempre. A continuación sintió tanta rabia e indignación que ni siquiera podía pasar por los sitios que solían frecuentar, ni escuchar las canciones que le recordaban a ella. Lloraba por las noches, lloraba cada vez que se sentía sola. Finalmente decidió que lo más sano era asimilar que esa amistad formaba parte del pasado.
Al día siguiente decidí invitar a Esther a cenar. Estaba claro que necesitaba una amiga y ella se había portado como una autentica hermana conmigo dejándome vivir en su casa. Fuimos a “Damerys”, un restaurante cerca de la calle mayor, la calle más concurrida de la ciudad, para que se distrajera viendo tiendas y disfrutando del ambiente.


Le dije que pidiese lo que más le apeteciese sin reparar mucho en el precio. Un día es un día y a mí aún me quedaban meses de paro. No podía permitirme derrochar mucho, pero sí podía darme un capricho puntual con una amiga.
Llenarme la barriga de buena comida y bebida en un restaurante fuera de casa con camareros atendiendo mis necesidades y en buena compañía es uno de los placeres que más me gustan de la vida.
Intenté sacarle temas de conversación que no le recordasen a los últimos acontecimientos que había vivido. Hasta que me percaté de que cada vez que se acercaba la camarera Esther dejaba de escucharme y ambas se clavaban fríamente la mirada.
Haciendo honor a mi ya reconocido cotilleísmo, le pregunté si la conocía y entonces fue cuando me llevé una sorpresa que no esperaba: A Esther le gustaban las chicas.


Me sentí un poco estúpida por no haberme dado cuenta de eso viviendo con ella. Resulta que ella y Samanta, la camarera, se habían conocido por Internet un día en el que la soledad de Esther había llegado a su limite y se sintió con la necesidad de conocer nuevas amistades. Lo suyo duró cinco meses y terminó como el rosario de la Aurora cuando Samanta la engañó con otra chica que también había conocido por Internet. Al parecer la chica era muy aficionada a las redes sociales.
Me sentí realmente mal por haberla llevado a cenar a ese sitio. Si lo que quería era animarla estaba claro que hasta el momento no se me estaba dando demasiado bien.
Cuando llegamos a casa me dijo que iba un rato a la colina de los vientos. Era un nombre que le habíamos puesto a una colina cubierta de matorrales a la que solía ir Esther a tomar el aire. Más tarde compartió ese lugar conmigo cuando nos conocimos. Era un sitio mágico. A mi me habría encantado ir con ella a disfrutar de las estrellas esa noche pero decidí respetar su soledad.


Semanas más tarde los rumores que empezaron a correr sobre el cadáver hallado en el jardín de “la loca María” empeoraron aún más la situación. Se decía que el cadáver tenía alrededor de quince años y que según los resultados analizados era de un hijo secreto que María había tenido. Suponían que con otro hombre que no era su marido. Aunque el mayor disparate que escuché fue que María lo había sacrificado en una de sus conocidas prácticas de brujería. Algo escalofriante.
Sabía que Esther no estaba pasando por su mejor momento, pero sentía la necesidad de preguntarle si no recordaba que Marisa hubiese tenido un hermano pequeño. Al fin y al cabo ella tuvo que conocerlo, ya que nació cinco años antes de su desaparición, cuando el bebé tenía 1 año. Era todo muy extraño.
Fui a su habitación. Tenía la puerta entreabierta. Por ella asomaba la tenue luz de la lámpara de escritorio que ambientaba la estancia, pero no había nadie. De repente escuché el sonido de la ducha. Esther estaba en el baño, así que esperaría a que terminase. Pero justo cuando me iba a retirar advertí que el escritorio estaba más desordenado de lo normal: Tenía folios desperdigados por todas partes y en el suelo una caja enorme de cartón que nunca había visto antes. Me acerqué a olisquear lo que había sobre el escritorio. Sólo me dio tiempo a leer una frase antes de ser descubierta por mi compañera de piso: “Querida Marisa…”.
No me podía creer que Esther tuviese contacto con Marisa.


Cogió todos los folios que había sobre el escritorio y para mi sorpresa los metió en la caja de cartón que había en el suelo. Estaba repleta de cartas.
Esther me agarró el brazo y luchó para sacarme de la habitación mientras yo le reprendía por haberme engañado a mí y más grave aún, a la policía.
En aquel momento me vi sorprendida por dos sensaciones que jamás pensé que sentiría con Esther: miedo y rabia.





Bien amigos, no sé si la historia es demasiado larga, pero no me deja ponerla entera con fotos incluidas para crear "ambiente" así que la dividiré en dos entradas.
Ahora mismo pondré la segunda y última parte.

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