sábado, 23 de mayo de 2015

Mejores Amigas (2ªparte)


Mejores Amigas (2ª parte)


Me quedé en el pasillo ante su puerta intentando convencerla de que se lo contase todo a la policía, pero una vez puesto a salvo su secreto salió de la habitación como alma que lleva al diablo y violentamente me arrastró hasta la calle, sin una explicación, sin dejarme coger mis pertenencias. En ese momento me di cuenta de que no conocía a Esther.
Pasé toda la noche a la intemperie, esperando a que mi amiga recapacitase, se calmase. No quise ir directamente a la policía, a pesar de todo quería darle la oportunidad de que ella misma explicase sus motivos.
Aunque parezca increíble por los nervios que tenía encima finalmente terminé sobre el blando césped del jardín abandonándome en los placenteros brazos de Morfeo.


La mañana siguiente desperté dispuesta a coger el toro por los cuernos. La fría escarcha se había metido por cada poro de mi piel y me dolían todos los huesos del cuerpo. Ese malestar reforzó mi ira.
Llamé incesantemente a la puerta. La aporreé hasta hartarme pero no recibí respuesta alguna. Miré por las ventanas pero no avisté ningún tipo de movimiento. Si Esther no me abría por las buenas necesitaba entrar a la fuerza para recoger mis cosas. Intenté forzar tanto puertas como ventanas hasta que finalmente la ventana que daba a la cocina cedió. Entré sin ningún tipo de reparo. Rápidamente cogí mis maletas y comencé a llenarlas con todas mis pertenencias. Cogí mi bolso con mi documentación, mis tarjetas de crédito y mi teléfono móvil. Iba a coger las llaves de casa, cuando me di cuenta de que ya no las iba a necesitar más salvo para salir de allí aquél día.
Salí de la habitación que días atrás había considerado como mía, cuando con el rabillo del ojo advertí algo extraño en la habitación de Esther. Estaba más vacía de lo habitual. 


Entré con sigilo, parecía una habitación totalmente nueva, el armario estaba completamente vacío al igual que muchos de los cajones que antes escondían los secretos más íntimos de la que fuese mi amiga.
Esther al igual que Marisa había desaparecido.
Dejé mis pertenencias en la entrada de la casa. Cogí las llaves, ya que esta vez iba a volver, y me dirigí a la comisaría de policía.
Les conté la fuga de Esther y el comportamiento tan extraño que había desarrollado los últimos días. Por supuesto también les hablé de las cartas que Esther le enviaba a Marisa. Me preguntaron si había visto alguna dirección en ellas. Mi respuesta fue negativa.
En seguida se pusieron en marcha y emprendieron una búsqueda y captura contra ella.
Uno de los agentes me acompañó a casa para buscar pistas sobre el paradero de la fugitiva, mi amiga. Era tan extraño…
Llamé por teléfono a Gema, otra ex compañera de trabajo. Le conté lo sucedido y me dejó hospedarme en su casa una o dos semanas, hasta que encontrase un alquiler que me pudiese permitir. Estaba claro que tenía que ponerme las pilas con la búsqueda de trabajo.
A los pocos días me llamaron por teléfono. Era de “La casa de la tortilla”. Gema había intervenido por mí. Ahora tenían un puesto vacante, el de Esther, la cual seguía desaparecida. No me entusiasmó mucho la idea; De hecho hasta me daba miedo. Esther me daba miedo. Pero si perdía esa oportunidad me quedaría en la calle, así que acepté.


Pasaron cinco meses. Estaba encantada con el trabajo, tenía unas compañeras estupendas y la gente era soportable. Lo curioso es que si yo estaba allí ganándome la vida era por las circunstancias de la pobre Esther. No entendía nada, pero ahora que se había pasado el susto veía a la que fue mi amiga desde otra perspectiva. Sentía pena por ella e incluso un poco de agradecimiento por poder ocupar su puesto de trabajo. Eso me hacía sentir egoísta, pero era lo que había.
No paraba de preguntarme a diario dónde estaría Esther. Un día decidí acercarme a nuestro sitio de reflexión, a la colina de los vientos.
Como era costumbre la brisa azotaba mi rostro, lo que me ayudaba a despejarme. De repente me vi invadida por un sentimiento de nostalgia improcedente: Echaba de menos a Esther, aun cuando no había olvidado su actitud ni lo que me hizo.
Ya casi estaba oscureciendo. Pensé que debía bajar antes de que fuese más tarde y me costase más ver por donde descender. Antes de irme eché un vistazo de despedida. No iba a volver a ese lugar; me traía recuerdos demasiado extraños e incompletos, recuerdos que no me hacían sentir bien. Mientras bajaba por la colina me iba fijando en los detalles más insignificantes de ésta a sabiendas de que era la última vez que los iba a ver. De repente avisté una figura curiosa que no había visto antes: Eran piedras que formaban una figura. Una cruz, y a los pies de la cruz había un montón de piedras amontonadas. 


Me recordó a cuando enterramos a mi perro Freddy justo en el solar de en frente de la casa de mis padres. Me arrodillé para observarlo mejor. Dentro del montón de piedras alguien había metido algo, puede que una despedida. La idea me enterneció tanto que no tuve reparos en sacar el papel de su cueva de piedra y leerlo.

“Querida Marisa:
Me temo que esto se me va de las manos. Me marcho y no podré volver a visitarte al menos en un tiempo.
Estoy metida en un buen lío por tu culpa y tú no puedes pagar ninguna consecuencia por lo que hicimos.
Supe guardar tu secreto cuando te daba miedo contar que estabas embarazada. Lo ocultamos durante meses hasta que tu madre lo advirtió. Y después te seguí en tu perturbada idea de asfixiar y enterrar a tu propio hijo. Aún siento sucias mis manos.
Luego esperé y esperé por si con ese acto me había ganado un poco de tu amor, que me mirases por fin con otros ojos. Yo era tu alma gemela, la única que sabía todo de ti. Tu cómplice y compañera. Pero aun así no me lo agradeciste de la forma que esperaba, ¡de la forma que debías! Me decepcioné tanto que tuve que buscar una manera en la que me pudieses pagar todos los riesgos que asumí y todos los sacrificios que tuve que hacer por ti. No podré tener tu amor, pero al menos te tengo escondida en un sitio seguro, en el que siempre estarás disponible para mí, sólo para mí. Creo que es lo que me debes, lo que merezco.
Me marcho pero no creas que te abandono, sabes que jamás haría eso. Volveré en cuanto pueda, cuando menos te lo esperes”. 

Conforme iba leyendo se me aceleraba el corazón. Guardé la carta para mostrársela a la policía. Bajé la colina apresuradamente. Me daba pavor la idea de encontrarme allí con Esther.
El camino hacia la comisaría se me hizo eterno. Estaba tan asustada que incluso pensaba que algo me sucedería antes de llegar. Por suerte no fue así.
Conseguí llegar y relatar mi hallazgo al jefe de policía. También le mostré la carta escrita por Esther.
Finalmente hallaron el cuerpo enterrado. Tenía el cráneo destrozado. Acordonaron la zona y tomaron fotos de ésta y del cadáver. Buscaron pistas hasta que el juez autorizó el levantamiento del cuerpo. Se lo llevaron al laboratorio médico forense y allí finalmente lo identificaron como el cadáver de Marisa Lozar Medina.
A partir de ese momento aumentó la eficiencia en la búsqueda de Esther. A pesar de ello aún no han dado con su paradero. 
Me pregunto cómo se sentirá al volver y descubrir que Marisa le ha sido arrebatada.


Y hasta aquí mi relato corto. Espero que os haya  gustado y haberos entretenido durante un ratillo.
Gracias por leerme y nos vemos la semana que viene o antes si surge algo de lo que quiera desahogarme :) Hasta luego :)

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